domingo, 27 de octubre de 2013
miércoles, 12 de junio de 2013
La Mezquita sale por el Este
Fuente: http://www.secretolivo.com/index.php/2013/04/25/informe-mezquita/ |
Discutir sobre la propiedad de la Mezquita o de la Mezquita-catedral,
como usted prefiera, es un debate políticamente incorrecto y, a juzgar por el
desconocimiento generalizado de la realidad, muy necesario. Lo sé por experiencia.
Una mañana de mayo, durante uno de los recientes Paseos de Jane, y a remolque de
la intervención de un experto/a jurista sobre otros edificios singulares,
pregunté por la propiedad de nuestro emblemático monumento nacional. El coloquio,
que hasta entonces había transcurrido en tono distendido, enmudeció de golpe. El
interpelado/a respondió que la Mezquita es de la Iglesia, extrañándose de que esto
pudiera cuestionarse. Tras constatar que solo existía esa única, superficial y contundente
respuesta para la inmensa mayoría de los paseantes (casi todos universitarios), me sentí impulsado a pedir
disculpas por sacar a colación un tema tan
incómodo. Pero eso fue ayer y fruto de las circunstancias. Hoy insisto: ¿De
quién es la Mezquita? Y para ser más prosaico: ¿De quién debería ser el “donativo”
que se recauda por su visita? Lo hago aquí y ahora, mientras paseamos por las retorcidas líneas de esta polémica colaboración, alejados de las razonables
reivindicaciones de desahucio
espiritual del edificio o de uso compartido.
Que la Mezquita pertenece a la Iglesia Católica, puesto que
entre sus muros se construyó la Catedral hace cientos de años, es de ese tipo
de “verdades” que no resisten un análisis objetivo. La Historia nos muestra que
la Mezquita siempre ha sido un bien de
dominio público, incluso durante la Dictadura, hasta que en marzo de 2006, el
Obispo de turno la inscribió por primera vez (la “inmatriculó”) en el Registro de la Propiedad, con el nombre de
Santa Iglesia Catedral, argumentando su “toma de posesión” en 1236, mediante
ceremonia litúrgica, y su consagración, poco tiempo después. Pero un ritual no prueba que un bien sea nuestro.
Tampoco lo es el uso continuado ni la inscripción en el registro. La propiedad
eclesiástica de la Mezquita es una verdad aparente, como la salida del Sol por
el Este, que solo ocurre ¡dos veces al año! Bajo ella subyace la legítima verdad,
desconocida para la inmensa mayoría de los ciudadanos/as. Podríamos argumentar,
en primer lugar, que, siendo las Administraciones las que corren con los gastos de sus obras y su mantenimiento
desde hace siglos, debería ser del Estado. Pero voy a profundizar un poco más:
La inscripción en el registro se llevó a cabo gracias a un Real Decreto del Gobierno de
Aznar en 1998, basado en el artículo 206
de la Ley Hipotecaria de 1946, que equipara la Iglesia con el Estado a la hora de
inscribir inmuebles, y en el artículo 304 del Reglamento Hipotecario de 1947,
que establece que las certificaciones
para inscribir los edificios serán expedidas
por los Diocesanos respectivos, cuando se trate de bienes
de la Iglesia. Es decir, que una Ley y un reglamento preconstitucionales,
que consideran a la Iglesia parte de la Administración Pública y “funcionarios” a sus Obispos, han permitido al
Cabildo Catedralicio “apropiarse” de la Mezquita. ¿Cómo fue posible semejante aberración legal e
intelectual, si el artículo 16.3 de la Constitución Española establece que “ninguna confesión tendrá carácter estatal”?
Si la inmatriculación es
inconstitucional porque atenta contra el principio de aconfesionalidad del
Estado, entonces la Mezquita no es de la Iglesia. Es del propio Estado. O de los
cordobeses/as. Solo hace falta que un juez derogue los dos citados artículos. O
que se gane un recurso ante el Tribunal Constitucional. Ni el ayuntamiento (de
IU, hace varios años) ni la administración andaluza han impulsado medida alguna
al respecto. Hace varios meses, un diputado cordobés del PSOE pidió al Defensor
del Pueblo y al Alcalde de Córdoba que se le exija a la Iglesia el pago del IBI por este edificio (como manda la
UE). Con los recortes del Gobierno central y autonómico en el punto de mira de
la opinión pública, esta solicitud más bien parece una ocurrencia interesada de
un partido que, cuando gobierna, no hace nada por darle al César lo que es del César. Es decir: Simple demagogia
electoralista y… falaz, ya que nadie paga el IBI por lo que no es suyo. De
llevarse a cabo, pondríamos fecha, firma
y sello al expolio (sutil) de la Mezquita y, de esta forma, este Patrimonio de la
Humanidad se ocultaría para siempre ante nuestros ojos y, sobre todo, ante las arcas empobrecidas del Estado. No sé si lo
haría por el Oeste, como el astro rey durante los equinoccios. Pero,
probablemente, nos hundiría un poco más en este confesional solsticio invernal
en el estamos atrapados.
La Mezquita forma parte de una monstruosa incoherrancia (*) y es por eso que incluyo este artículo en mi blog. Se lo dedico, especialmente, a mi amigo Antonio Manuel, por sus conocimientos y por sus consejos en su redacción. Gracias, amigo insurrecto.
(*) Incongruencia intelectual y/ o ética, acomodada desde hace tiempo en la mente colectiva, que casi nadie se atreve a cuestionar y que no sabemos, no queremos o no podemos eliminar. Por extensión metafórica, añadiremos que se extiende como una mancha cultural por inercia, interés o impotencia, sin que exista una clara voluntad colectiva para limpirala definitivamente.
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