sábado, 26 de diciembre de 2020

Los Reyes Magos son los padres (*)

La alocución televisiva del Rey, el 24 de diciembre de 2020, ha sido valorada por la Moncloa, antes de su emisión,  como un discurso "acertado". El propio Sánchez definió la comparecencia, en el balance político del año, realizado el 29 de diciembre,  como "valiente", añadiendo que en ella  "marcó claramente cuál es el rumbo hacia el cual quiere dirigir a la Corona" (1).
 
Los partidos políticos que configuran el espectro político han opinado de diferentes formas, como era de esperar: Casado, Arrimadas y Abascal lo han hecho positivamente. El primero dijo que era "impecable", mientras que un representante del partido de la segunda consideró, además,  que "el Rey había estado a la altura  de las circunstancias" (2). 

Por parte del PSOE, su presidenta expuso que "l
os socialistas comparten lo fundamental del discurso", poniendo  el énfasis en el firme compromiso del Rey con los valores éticos, "que están por encima de cualquier circunstancia personal y familiar" (3). Sin embargo, sus socios del Gobierno, en boca de del portavoz Echenique, destacaron el hecho de que "no haya condenado explícitamente las actividades corruptas de su padre y su evasión fiscal" (4), mientras que los partidos nacionalistas lo han valorado negativamente, tildándolo de alejado de la realidad y vacío, resaltando algunos la incoherencia entre la ética que propone y la corrupción que salpica al emérito (5).

Los discursos del Rey los escribe el propio monarca junto con sus asesores (funcionarios, al fin y al cabo) y todos son supervisados y refrendados por el Gobierno (6), en virtud del artículo 64.1 y 56.3 del Título II de la Constitución (7). Este último artículo, además de incluir su inviolabilidad, establece que sus actos carecen de validez sin dicho refrendo. Algunos sostienen que Felipe VI se escribe sus propios discursos y que el Gobierno, cuando negocia los textos, solo pide variaciones en ciertas expresiones o bien introduce alguna referencia a algún colectivo, sin que se suelan  solicitar cambios formales (8). No obstante, dado el extraordinario momento al que estamos asistiendo y la expectación creada, considero que la aportación del Gobierno ha sido mucho más relevante que la que sugiere el medio citado anteriormente. Tanto si esto es así,  como si los cambios propuestos son mínimos, los responsables de los actos del Rey son las personas que los refrendan, es decir, miembros del Gobierno,  según el artículo 64.2 del citado Título II (7). En cualquier caso, se trata de textos  protocolarios y, en virtud del artículo 56.1 de la misma Carta Magna (7), que establece que "El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y y modera el funcionamiento regular de las instituciones (...)", este debe mantenerse al margen de la contienda política en sus intervenciones (y en todos sus actos). Por tanto, si el Gobierno supervisa y aprueba los textos del Rey con antelación y los partidos políticos  conocen este mandato constitucional, deberían tenerlo en cuenta cuando se dirigen a la ciudadanía. Finalmente los ciudadanos tendríamos que ser conscientes de las funciones y limitaciones de la Jefatura del Estado y hacer una lectura crítica de lo que nos dicen los unos y los otros.
 
Así pues, lo que afirmaron las fuentes del Gobierno antes del discurso navideño y, después de su emisión, el propio presidente del Gobierno, así como la presidenta del PSOE, son obviedades. Sería lo mismo que decir que el Gobierno y su partido comparten lo que ha aprobado ese mismo Gobierno, respecto a los contenidos del texto presentado por Felipe VI para su revisión: el respeto a los principios éticos y a la Constitución, su talante renovador, el sufrimiento por los estragos de la pandemia, la preocupación por los más necesitados y, en particular, por los jóvenes o el agradecimiento a sanitarios, fuerzas armadas y cuerpos de seguridad. Toda una retahila de hechos compartidos, buenos deseos y generalidades que suscribiría cualquier ciudadano. Bueno, todos no, un "error" monumental se coló en nuestras pantallas y nos dejó ojipláticos: la declaración sobre el progreso logrado en democracia como el resultado de un pacto entre españoles, "después de un largo período de enfrentamientos y divisiones", borrando y blanqueando de un plumazo cuarenta años de opresión e injusticias.
 
No hay la menor duda de que el Gobierno es responsable de los actos y de los discursos del Rey, pero ¿tendrá también alguna  responsabilidad en lo que NO HACE O NO DICE el Monarca? El asunto es más complejo de lo que parece, ya que la Carta Magna no dispone nada sobre las omisiones Reales. Bajo mi punto de vista, siempre "limitado y muy particular", se abren al menos tres posibilidades. Si el Rey quería decirnos algo que el Gobierno no ha refrendado y ha suprimido, la responsabilidad de lo que se ha callado seguiría siendo del Gobierno, que ha bloqueado la iniciativa. Si el Gobierno pide al Rey que incluya un determinado aspecto o idea en su discurso y el Rey no lo asume, pero el texto es refrendado, el Gobierno sería responsable de lo que ha dicho, pero no de lo que ha callado. Aunque en este punto me asaltan muchas dudas, como por ejemplo, ¿puede negarse el rey a firmar o a llevar a cabo una propuesta gubernamental? Yo creo que sí, si piensa que no está dentro de las funciones constitucionales recogidas en el artículo 62 (7) o si considera que es contrario a la neutralidad que se le exige. En ningún caso podría negarse si viene avalada por las Cortes Generales, como las leyes, las declaraciones de guerra o de paz o la propuesta de candidato a presidente del Gobierno, por citar tres ejemplos.  Lo que me conduce a la tercera posibilidad: que tanto la Corona, como el ejecutivo hayan querido soslayar ciertos temas conflictivos que parte del espectro político situado a la izquierda o nacionalista reclamaban. En este caso serían ambas instituciones las responsables del silencio. 
 
¿Cuáles son esos temas calientes que podrían haberse tratado y no se hizo?  Son varios. Entre ellos quiero destacar los planes para renovar la Corona;  la respuesta de la institución que representa a los problemas judiciales del anterior Jefe del Estado; su opinión sobre la legitimidad del actual Gobierno de coalición, cuestionada por algunos partidos y por exmilitares en cartas y  chats golpistas o la posición de la Corona, símbolo de la Unidad de España, sobre las legítimas y democráticas aspiraciones independentistas. 
 
¿Por qué deberían haberse abordado estos temas, si entran de lleno en la disputa política? Mi respuesta tiene que ver con el posicionamiento de la Monarquía como garante de la Constitución, la cual  acoge en su seno,de una manera u otra, cada uno de los aspectos silenciados: La renovación de la Corona estaría vinculada a la forma de Estado, cuyos poderes emanan del pueblo; la respuesta de la institución a los problemas judiciales del emérito encajaría con el reconocimiento de la igualdad de todos ante la ley; la cuestionada legitimidad del Gobierno de coalición se encuadraría con el papel del Congreso de los Diputados en la elección del presidente del Gobierno; las opiniones golpistas de los exmilitares podrían abordarse desde el papel de las Fuerzas Armadas en defensa de la Constitución y  las aspiraciones secesionistas podrían relacionarse con los mecanismos de revisión total o parcial de la Carta Magna, lo que podría afectar a la indisolubilidad del territorio.
 
La suposición de que el Rey habla con voz propia en temas institucionales me recuerda a mi infancia: es un mito navideño. No sé si lo habrá hecho su padre en alguna ocasión (no me refiero a sus negocios particulares). Probablemente el discurso en TVE a raíz del Golpe del 23 F, cuando el Gobierno estaba secuestrado, fue cosecha propia. Quizás el 3 de octubre de 2017, Felipe VI elaboró su duro alegato contra la Generalitat
sin el beneplácito de Rajoy, como sostienen algunos medios (8). Sin embargo, yo creo que el Gobierno siempre ha estado y estará detrás, supervisando y refrendando para que sus actos tengan validez constitucional. Por eso, cuando leo las valoraciones sobre sus reflexiones institucionales me ocurre lo mismo que cuando cuentan en la tele que los Reyes Magos están llegando de Oriente en camellos para entregar sus regalos. Todo el mundo sabe que no es verdad, salvo los más pequeños (9), pero fingimos que nos lo creemos para que no se disipe la ilusión infantil o esa otra que consiste en compartir una herencia cultural común. Ese mismo fingimiento con el que le decimos a los niños que sus Majestades no les van a trer juguetes si no se portan bien (¡vaya chantaje!) se parece al que practican los líderes de los partidos políticos cuando valoran los actos y proclamas Reales: No tienen en cuenta que las voces con las que habla la Monarquía son como los Reyes Magos, no existen; que el Gobierno que valida esas voces son los padres, responsables también de que nos lleguen los mensajes y que los ciudadanos son los ingenuos niños que se creen (o no) a unos y a otros de forma acrítica.
 
Pero eso no es todo. La presidenta del PSOE terminó su comparecencia con la siguiente sentencia:  "Confiamos en que el rey siga adelante con la renovación de la institución monárquica, para convertir nuestra monarquía parlamentaria en una institución del siglo XXI a plena satisfacción de todos los ciudadanos" (11).  No debería extrañarnos, lo sabíamos desde que el PSOE coronó con éxito la Transición Española en 1982. Pero no esperábamos que muy pocos dias después, el 29 de diciembre, el presidente Sánchez anunciase, en rueda de prensa, que la Corona va a emprender "paso a paso" una hoja de ruta de renovación en cuanto a "transparencia y ejemplaridad" (12). 
 
La declaración premonitoria de la presidenta socialista y el posterior anuncio del jefe del ejecutivo sobre la Corona resuena, en estas extrañas navidades, a parte de guerra lejano, actualizado y abierto hasta el amanecer: En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército republicano del consejo de ministros (ese que tanta caña ha dado a la Monarquía estos últimos meses), las tropas socialistas del ejecutivo han álcanzado sus penúltimos objetivos políticos. ¿La guerra ha terminado? 
 
¡Qué gran regalo de Reyes para las derechas y qué gran saco de carbón para los que transitan por las antípodas ideológicas! Muy bien empaquetado y adornado, colocado bajo el árbol de Navidad que preside el Consejo de Ministros
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
(*) NOTA: Y las madres. Como en el resto de la entrada, nos referimos al género masculino y femenino a la vez, siguiendo las orientaciones de la RAE.